viernes, 20 de octubre de 2017

LA HISTORIA DE LA RADIO

El invento que más me fascinaba de niño era la radio y me siguió fascinando hasta que me enteré de que su funcionamiento era muy similar al del resto de telecomunicaciones que existen en la Tierra, así como al de la televisión, aunque el hecho de enviar sonido o imagen mediante ondas electromagnéticas desde un lugar a otro donde se reciben y se “devuelven” a su estado original, no deja de ser un proceso de encriptado y desencriptado con cierto halo mágico.

Precisamente, uno de los regalos que más y mejor he amortizado fue un transistor de bolsillo que sólo recibía onda media o AM (amplitude modulation). En ese transistor oía los partidos de las competiciones europeas de la época ya que, por aquel entonces, en televisión se hacía un escaso seguimiento de los partidos europeos y se solía limitar a emitir los resúmenes de los partidos a unas horas intempestivas para un chaval de E.G.B. También me servía para escuchar los partidos de liga los domingos que no jugaba la Gimnástica Arandina en casa. Recuerdo pasar bastantes domingos de invierno con Marcos oyendo el fútbol por cualquier rincón del barrio, buscando el sitio donde mejor se oyera. La magia de la radio me acompañó durante mucho tiempo.

Hasta que unos años después me encontré a mi primo Jose por el barrio con un transistor pegado a la oreja. Iba oyendo la música que mi prima Mariluz estaba poniendo en casa y que presentaba de una manera bastante profesional para tratarse de una emisión pirata. Lo que mi primo Jose estaba haciendo era comprobar el alcance que tenía la emisora de radio de 1W de potencia que se había fabricado en casa. Cuando me explicó cómo funcionaba la radio y cuando poco después me enteré de que la televisión utiliza la misma “magia” que la radio, la fascinación por aquel invento se diluyó considerablemente.

Lo que yo consideraba la “magia” de la radio no es más que la emisión y recepción de ondas electromagnéticas, concretamente las emitidas a frecuencias inferiores a 300 GHz, es decir, las que tienen una longitud de onda superior a un milímetro, que son las que se corresponden con la radiofrecuencia. Precisamente, la base teórica de la propagación de ondas electromagnéticas fue descrita por el científico británico James Clerk Maxwell en 1865 con la publicación de “Una teoría dinámica del campo electromagnético” en la que proponía que los campos eléctricos y los campos magnéticos se propagan por el espacio en forma de ondas, y que la luz es también una onda en el mismo medio, siendo la causa de los fenómenos eléctricos y magnéticos. A partir de esta premisa formuló la teoría clásica de la radiación electromagnética, que unificaba, por primera vez la electricidad, el magnetismo y la luz como manifestaciones distintas de un mismo fenómeno, y que actualmente está considerada como la segunda gran unificación de la física, tras la Mecánica clásica realizada por Isaac Newton. Estos descubrimientos fueron claves para entrar en la era de la física moderna, sentando los cimientos de campos como la relatividad especial o la mecánica cuántica, por lo Maxwell está considerado como el tercer físico más importante de la historia, tras Newton y Einstein.

Sin embargo, hubo que esperar un par de décadas, concretamente hasta 1888, para que la teoría de Maxwell fuese demostrada, cuando éste ya había fallecido. Fue el físico alemán Heinrich Rudolf Hertz el primero que lo hizo, descubriendo además que las ondas electromagnéticas se propagan a la velocidad de la luz y que tienen las mismas características físicas que las ondas de luz, sentando así las bases para el envío de señales de radio. Como homenaje a Hertz por este descubrimiento, la unidad de frecuencia es el hercio (Hertz) y las ondas electromagnéticas se denominan ondas hercianas.

Una vez sentadas las bases para el envío de ondas electromagnéticas comenzó una vertiginosa carrera para el desarrollo de las comunicaciones inalámbricas mediante radiofrecuencia. Así en 1890 el físico francés Edouard Branly inventa un aparato que recibe las señales de la telegrafía sin utilizar hilos. En 1893, el ingeniero estadounidense de origen austrohúngaro Nikola Tesla (nació en lo que sería la actual Croacia aunque su familia era de origen serbio) hizo su primera demostración en público de una transmisión de energía electromagnética sin cables, lo que fue la construcción del primer radiotransmisor, patentándolo en 1897. En 1896, el ingeniero ruso Alexander Popov inventa la primera antena radioeléctrica y construye el primer receptor de ondas electromagnéticas. Y en 1899, el ingeniero italiano Guglielmo Marconi logró realizar su primera transmisión de radio, registrando su patente en 1900. Esta patente le fue aceptada en Gran Bretaña, no así en Estados Unidos donde inicialmente le fue rechazada por ser considerada una copia de la patente de Nikola Tesla, algo que sería rectificado en 1904, otorgándosele a Marconi la patente en Estados Unidos como inventor de la radio, a pesar de que países como Francia o Rusia se la habían rechazado por su similitud con las publicaciones de Alexander Popov.

Aunque todos ellos realizaron sus descubrimientos de forma independiente, en un principio fue Guglielmo Marconi la persona a la que se le atribuyó el invento de la radio, incluso recibió el premio Nobel de Física de 1909 junto al físico alemán Carl Ferdinand Braun en reconocimiento a sus contribuciones en el desarrollo de la telegrafía inalámbrica. Fue a raíz de la concesión de este galardón cuando Nikola Tesla decide iniciar una demanda contra la compañía de Marconi por la violación de sus patentes. Esto provocó un largo juicio que finalizó en 1943, unos meses después de la muerte del último de los protagonistas, Nikola Tesla, cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos, tras recibir el testimonio de numerosos científicos destacados, dictaminó otorgar a Nikola Tesla todos los derechos de la invención de la radio, como resolución a la demanda de plagio de sus patentes. Este veredicto no tuvo la suficiente difusión motivo por el cual el descubrimiento aún hoy es atribuido a Marconi. La resolución no se dictó, al parecer, sólo por el hecho de hacer justicia, sino también por cierto interés comercial, ya que en aquel momento la armada de Estados Unidos estaba en litigio con la compañía Marconi por el uso de las patentes de radio durante la I Guerra Mundial.

Aunque la radio como tal no tenga un inventor único, sino que hubo un numeroso grupo de personas que contribuyeron a ello, sí que está más claro quién fue la primera persona que envió audio a través de ondas electromagnéticas. Fue el ingeniero canadiense Reginald A. Fessenden quien lo realizó un 23 de diciembre de 1900, para convertirse, seis años más tarde, en la primera persona en hacer una transmisión de radio pública. Lo hizo en AM, puesto que la FM (frecuencia modulada) no apareció hasta 1933.

Posteriormente apareció la televisión en 1948, basada en la misma magia en forma de ondas electromagnéticas, y con ella se llegó a pensar que sería el fin de la radio. Afortunadamente no fue así y la magia de la radio ha continuado y continuará, aunque como en toda magia, haya truco.

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